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miércoles, 22 de julio de 2015

La verdadera fuerza de la ciencia

—¿Por qué crees más en la ciencia que en mí? —preguntó el niño enfurruñado a su madre.
—Porque la ciencia ha demostrado que se puede confiar en ella, y en cambio tú no me estás contando la verdad.
—Y ¿por qué puedes confiar más en la ciencia? ¡Demuéstrame por qué es más confiable!

La madre inspiró una bocanada de aire para llenarse de paciencia.

—No vamos a solucionar nada siguiendo con esta discusión...
—No lo haces porque ¡no puedes!
—Estás castigado y punto...
—Va ¡demuéstramelo! ¡Ahora! —gritó el niño, furioso, juntando las cejas todo lo que podía.

La madre, por unos segundos, se quedó mirando los desafiadores ojos del pequeño, decidiendo qué hacer. Luego se sentó tranquilamente a la mesa, cogió una de las hojas que había desparramadas y un rotulador negro. Y empezó a contar la siguiente historia:

—Había una vez unos dioses todopoderosos... —dijo la madre, mientras dibujaba en el papel el siguiente dibujo:
—¿Qué quiere decir todopoderoso? —preguntó el niño de malos modos.
—Que lo puede hacer todo, pero algo mucho más importante que eso, al menos para esta demostración, es que también lo sabe todo.

El niño se quedó mirando fijamente los dibujos, y finalmente dio su opinión sobre estos:

—No me gusta el de la derecha. —protestó.
—Ajá… pues solo me referiré al dios de los ojitos felices.
—¡Pero esto no demuestra nada! ¿Dónde están las letras y los signos?
—Ahora voy, ¡impaciente! —sonrió la madre—. Lo primero que debes aprender de la ciencia es que es lenta pero segura.
La todopoderosa verdad

El niño le devolvió una mirada escéptica, pero, antes de que dijera nada, la madre siguió dibujando.

—Como iba diciendo, estos dioses lo sabían todo, pero como eso es demasiado grande para abarcarlo, nos centraremos en la respuesta a alguna pregunta concreta sobre la naturaleza, a la cual llamaremos V, la todopoderosa verdad. Y le damos este nombre porque es única y solo la conocen, explícitamente, estos dioses. Que es esta que tiene ojitos y bracitos. ¿Te gusta nuestra primera letra? —preguntó la madre señalando el dibujo.
—Aún no me has demostrado nada...
—Es que prácticamente no he comenzado... recuerda la paciencia... —dijo mientras dibujaba en otra hoja—. Pues bien, tenemos, por una parte, esta descripción todopoderosa de la verdad de un trozo de la realidad. Y por otro, ese dios, el de los ojitos felices, un día se fijó en unos animalitos que le hacían mucha gracia, y que se llamaban a sí mismos humanos.
—Yo soy humano y no me parezco a estos dibujos.
—En ciencia algunas veces hay que hacer un proceso de abstracción para entender las cosas...
—¿Qué es abstracción?
—Abstracción es una idea que no se corresponde exactamente con la realidad, pero que, como estoy haciendo con esta historia, nos puede ayudar a entenderla —dijo la madre mientras escribía unas letras y números debajo de cada huevo "humano" —. A cada uno de estos personajes le llamaremos H[i], siendo la "i" un número diferente para cada uno.

La madre hizo una pausa en sus explicaciones, aunque siguió dibujando.

—Y ahora vamos a introducir un nuevo concepto —siguió diciendo la madre, mientras dibujaba una T y la caricatura de un 1, junto a uno de los huevos "humanos"—. ¿Sabes lo que más les impresionaba y divertía a los dioses de los humanos? Que algunas de esas criaturitas pretendían conocer a la todopoderosa verdad, es decir, la V de los ojitos y los bracitos.

»Pongamos por ejemplo el humano H[1] (el que en el dibujo señala hacia arriba). Después de haber observado durante años la naturaleza desarrolló una teoría, a la que llamaremos T[1], con la que explicaba el mismo fenómeno al que hace referencia la V.

El niño, aún enfurruñado, miraba alternativamente a la madre y a los dibujos que hacía, intentando asimilar sus explicaciones.

—¿Ves cómo H[1] sonríe? —siguió diciendo la madre—. Eso es porque está muy orgulloso de su teoría T[1]. Y no lo digo por decir, pues lo que más les sorprendía a los dioses era cómo unos seres tan increíblemente emocionales, es decir, que su comportamiento se explicaba más por lo que sentían (alegría, dolor, rabia, amor, "enfado" —enfatizó la madre señalando al niño—, etc.) que por su supuesta racionalidad, eran capaces de...
—¡Tengo razones para estar enfadado! ¡Me has castigado porque no me crees!
—No, no te creo. Y te estoy demostrando por qué... Pues como iba diciendo, a los dioses les sorprendía mucho que esas teorías (T), a las que los humanos llamaban científicas, se pudieran ir acercando a la todopoderosa verdad (V), y por ello se interesaron por cómo lo hacían. Lo primero que hicieron fue asignarle un 10 a la verdad y darle una puntuación a la teoría T[1] según la cual reflejaba lo cerca que esta estaba de la verdad. Y se encontraron con lo siguiente:
—Los dioses veían claro que la teoría T[1] era poco realista y que estaba lejos de la V. Pero quisieron observar qué consiguen los humanos con esta y las demás teorías. Y para ello analizaron el trabajo de muchos científicos durante mucho tiempo.

»Para generalizar más en esta historia, en vez de números para nombrar teorías y humanos, utilizaré letras como la "i" o la "j" (y otras más).

En ese momento, la madre, empezó a dibujar una T[i] y una nube.
(1b)

—Y llegaron a la conclusión que, para las criaturas humanas, cada una de sus teorías tenía unas consecuencias concretas que se desprendían de sus explicaciones (1b). Dibujaremos las consecuencias de T[i] como negros agujeros de figuras geométricas dentro de un globo que imita a una nube.
—Mamá, la teoría está pensando.
—Tienes razón —le dijo sonriendo a su hijo—. Acabas de hacer una maravillosa abstracción. Para las criaturas humanas las teorías tienen asociado un pensamiento concreto. Y lo que hacen los científicos es ver si la realidad encaja en este pensamiento, y para ello realizan observaciones o experimentos.

(1a)
»Pero antes de pasar a estos, quiero explicarte una razón por la que se puede descartar una teoría en el momento de plantearla. Y es si esta es tan amplia que todo puede encajar en ella (1a). Los humanos, rimbombantemente, las llamaban teorías no falsables, y te la voy a dibujar así, como un gran agujero que ocupa prácticamente la totalidad de la nube, y donde puede encajar todo. Esta clase de teorías, en realidad, no explican nada, y por eso no pueden servir.

—No entiendo qué es lo que tiene que encajar...
—Ahora llego a ello, y tiene que ver con los experimentos o las observaciones que te comentaba.
(2 i 3b)
—En este dibujo estoy representando cómo los humanos buscan maneras de comprobar sus teorías mediante la experimentación o la observación (2), y con ello obtienen unos resultados que deben ser explicados a otros humanos, y así puedan estos repetir la experimentación o la observación.

»Puede ocurrir que no encuentren la forma de obtener estos datos, y entonces esa teoría quedaría también descartada (3a). Pero imaginemos que sí pueden hacer esa experimentación u observación para contrastar su teoría con la realidad, y con ello obtener unos resultados (3b) que los dibujaremos como otras figuras geométricas pero con caritas (pues es la interpretación de la realidad que hacen estos humanos). 

»Un detalle muy importante en el que quiero insistir es que, como ves, lo he representado en un globo de diálogo, pues estos resultados y la forma de obtenerlos han de ser detallados y comunicados al resto de los humanos para que puedan ser comprobados. Y junto a estos datos se suelen publicar también las teorías. De esta forma las demás criaturitas pueden detectar errores o engaños.

—¿Por qué me miras así cuando dices engaño?
(4)
—No te estoy mirando de ninguna manera, te estoy intentado explicar, primero, qué es la ciencia y, segundo, por qué confío en ella. 

»Bien, como iba diciendo, el siguiente paso es comparar los resultados obtenidos por los humanos con la teoría (4), y eso lo hacen viendo qué piezas encajan y cuáles no. Por ejemplo, en el dibujo puedes ver que el triángulo y el cuadrado encajan perfectamente...

—¿Es como el juego con piezas de encaje que tenía cuando era pequeño?—se animó a intervenir el niño.
—Exactamente, pero en este juego tal vez no haya siempre una correspondencia entre las piezas y los agujeros. Pues como ves, el óvalo y el medio círculo no encajan en el hueco del círculo completo, aunque entre nuestros huevos "humanos" había quienes defendían que no era así, pero escogeremos a los más estrictos y diremos que no encajan. Y digo esto porque las figuras con cara y ojos no son exactamente la realidad, sino las interpretaciones más o menos confiables de esta que hacen los humanos; y es por ello que pueden haber discusiones sobre qué y cómo son los datos extraídos de los experimentos o las observaciones.

»Pero detengámonos un momento en el concepto de ciencia, pues los humanos la entienden como una combinación de estas tres ideas fundamentales que ya te he explicado: tener una teoría, ponerla a prueba con experimentos u observaciones y publicar todos estos datos. Por lo que ahora me faltaría explicarte por qué confío en ella.

»Para ello seguiremos con el ejemplo de la teoría T[i], que, como hemos visto, de cuatro observaciones dos encajan perfectamente. Y este tipo de resultados permiten a los humanos hacer comparaciones con otras teorías como la de la derecha, la T[j]. Pues podemos darles una puntuación (que en los ejemplos que tratamos sería 2 de 4 para la teoría #T[i], y 1 de 4 para la teoría #T[j]) para averiguar cuál es la ganadora (5). Que, como habrás adivinado, es T[i]; a la que le pondremos la medalla de campeona con el número 1 (6b).
(5 i 6b)
—¿Por qué le has puesto una medalla también a la T[j]?
—Porque en otro momento de la historia de las criaturas humanas esta teoría fue la ganadora, y es por ello que a T[i] la comparamos con la mejor teoría de su tiempo, que es lo más útil de hacer.

»Y es así cómo los humanos descartan teorías (6a) y se quedan con una ganadora. Pero esto no finaliza aquí. Pues esta teoría deberá seguir poniéndose a prueba, una y otra vez (7), buscando qué bien encaja con la realidad, y modificándola (si es necesario, y por tanto convirtiéndola en otra) y también comparándola con otras teorías, tal vez mejores, obteniendo esas certezas científicas cada vez más exactas.

Entonces la madre empezó a recortar los dibujos que había hecho, a pegarlos en otra hoja y a añadir flechas entre ellos para indicar los flujos. Hasta que obtuvo el siguiente esquema: 
(las menciones a "1a", "1b", "2", "3a", "3b", etc. referencian partes del texto)

—Pero este cometido no lo realiza solo un humano. Y de eso se dio cuenta el dios de los ojitos felices cuando pudo observar que la verdadera fuerza de ese trabajo no estaba exactamente en lo que te he explicado, sino en que cada una de estas tareas la realizan muchas de estas criaturitas con las diferentes teorías, comprobando lo que otro ha dicho que está probado y buscando, interminablemente, cuál es la mejor de ellas.

Cuando la madre acabó con el esquema cogió otra hoja y empezó otro dibujo.

—Para representar este trabajo comunitario en un momento cualquiera, pero concreto en el tiempo de los humanos, te dibujaré una instantánea (representada como una cámara de fotos) en la que puedes ver el trabajo, de cada uno de los científicos, con teorías (que puede que sean suyas o que comprueben ideas de otros) siguiendo todos los pasos que te he explicado, lo cual lo he simbolizado con el engranaje central del esquema anterior.
—Mamá, estás dibujando muchos humanos...
—Sí, de eso se trata. Cuantos más científicos trabajen en un conocimiento concreto (haciendo experimentos u observaciones) y más comparaciones haya entre las mejores teorías, más información tendrán para dar como ganadora (en un momento dado) a una de ellas, como por ejemplo la T[i] central que he dibujado con la medalla, que es la que han comprobado, la gran mayoría de los científicos que estudian en este campo de conocimiento, como la teoría que más coincidencias tiene con la realidad. Y a esto lo llaman: consenso científico.
—Entonces, esta teoría ganadora ¿es la verdadera?
—Muy buena pregunta. Porque los humanos nunca pueden estar completamente seguros de ello. Pueden creer que sí, que su teoría del consenso es la todopoderosa verdad; o sospechar que no, porque puede pasar que haya piezas de la realidad que no encajen por completo con la teoría; pero que esta sea, de todas formas, la mejor y más probada de todas las explicaciones que se les ha ocurrido.

»Pero los dioses de esta historia sí que pueden saber si la teoría ganadora es la verdad. Y se han dado cuenta qué es lo que consiguen estas sorprendentes criaturitas con este trabajo (que tiene mucho que ver con la pregunta me que acabas de hacer), y que te mostraré con la ayuda de estas dos gráficas.

»Esta primera está hecha desde el punto de vista humano. Y en ella aparecen todas las teorías de consenso que han sido las ganadoras en un periodo de tiempo de la historia de estas criaturas. La puntuación dada por los humanos está representada en el eje vertical; y el tiempo, en el que esa teoría fue la ganadora por consenso científico, está representado en el eje horizontal. Y lo que quiero hacerte notar de esta gráfica es que las puntuaciones humanas de las diferentes teorías siempre aumentan con el paso del tiempo, pues cada vez hay más piezas de la realidad que encajan en los huecos de las teorías.

»La segunda gráfica que te quiero mostrar está hecha desde el punto de vista de los dioses. Y como puedes ver es muy parecida a la primera, pues tan solo difiere en el eje vertical, donde las puntuaciones son las que les otorgan a las teorías los dioses de nuestra historia y que puntúan lo cerca que se encuentran las teorías humanas de la todopoderosa verdad.

»Como puedes ver las puntuaciones de los humanos y los dioses son un poco diferentes, pero coinciden en algo muy importante, y es que también aquí las puntuaciones de las diversas teorías aumentan con el paso del tiempo, pues eso de que cada vez haya más piezas de la realidad que encajen en los huecos de las teorías, significa que cada vez estas están más cerca de la verdad.

»Esta es la demostración que te puedo ofrecer, basada en la experiencia obtenida de un trabajo multitudinario, repetitivo e inacabable; que es casi como un juego de prueba y error infinito. Así es cómo las teorías de consenso y ganadoras, en el transcurso del tiempo, se van acercando a la todopoderosa verdad, sin que los humanos sepamos cuán lejos estamos de ella.

»Y si alguna vez consiguiésemos llegar a esta verdad, seguiríamos poniendo a prueba la teoría ganadora (¡y verdadera!) buscando sus flaquezas (¡que no existirían!) y también haciéndola competir con otras nuevas teorías (¡todas erróneas!), por muy absurdo y ridículo que a estos dioses eso les pareciera.

Epílogo
Pero el pequeño, que aún no parecía convencido, le dijo a su madre:

—Pero tú no has hecho ningún experimento para decidir que tu teoría encaja mejor con la realidad que la mía.
—Oh, sí los hemos hecho. Tu teoría dice que tres rollos de papel higiénico desenrollado han aparecido dentro de la taza de váter debido a que un viento huracanado ha entrado por la ventana abierta del cuarto de baño. ¿Es así?
—Sí... —dijo el niño sin la misma convicción que hacía un rato.
—¿Te acuerdas cuando fuimos al Museo de la Ciencia y nos metimos en un túnel de viento donde pudimos experimentar con la fuerza del aire?
—Sí... —dijo casi inaudiblemente.
—¿Y que comprobamos cómo era capaz esa fuerza de mover todos los objetos que estaban dentro, sin discriminar a ninguno? 

La madre esperó a que el niño asintiera, lo que finalmente hizo con la cabeza.

—Pero en nuestro cuarto de baño solo se ha visto afectado el papel higiénico, a la vez que "algo" lo ha desenrollado, y ha dejado sus tres tubos de cartón interiores sobre el lavabo, en pie, sin que tampoco se viesen afectados por el supuesto viento huracanado.

La madre hizo una pausa para mirar la cara de su hijo, que en ese momento, miraba hacia otro lado.

—Tu teoría no parece encajar demasiado con los experimentos. Todos los objetos del cuarto de baño deberían estar desparramados —siguió argumentando la madre—. Mientras que mi teoría, la de que "un niño" se ha inventado una historia porque decidió desenrollar tres rollos de papel higiénico y meterlos en la taza del váter, embozándolo, no contradice en nada lo de que los demás objetos estén en orden...
—Es que quería hacer un experimento —interrumpió el niño con un hilo de voz, mientras bajaba la cabeza.
—¡Ah! —dijo la madre al verse sorprendida por la confesión—. Y... ¿en qué consistía ese experimento?